Clerks

Hace cinco años que nos conocemos, aproximadamente. No recuerdo qué día fue el primero que nos vimos, pero es lo único que no recuerdo: la fecha. Era después de las vacaciones de verano. Él me regaló su sonrisa todo el tiempo que estuvo hablando conmigo, aunque hablábamos de trabajo. Y yo también le sonreía; no podía ser de otra manera.

Desde aquel día siempre me llamó por mi nombre, es decir, de entre todos los nombres recordaba el mío, no sé si alguno más o todos, pero el mío sí. Yo intuía (para estas cosas siempre he sido un poco torpe) que se le iluminaba la cara al verme y lo supe cuando un par de compañeras me hablaron del brillo, del resplandor de sus ojos mirándome. Y sonriendo, siempre sonriéndome.

Yo sufría, sufro cada vez que le veo, cada vez que hablo con él porque aunque en varias ocasiones nos hemos visto fuera del trabajo y aunque siempre el alcohol nos hace el flaco favor de la desinhibición, cuando volvemos a vernos es otra vez por lo que es y no por lo que yo quiero que sea.

Se le olvidan los besos, las caricias y, lo que es peor, las palabras ¿porqué no se me olvidarán a mi?

Siempre he sido yo la que ha dado los pasos o la que ha dado pie, la que ha provocado que pase lo que está pasando... pero ya no puedo más.

Hace unos días dí un paso más y sigo sin respuesta. Supongo que he de dar otro paso para que él responda, pero no sé cúal.

A lo mejor no quiero dar más pasos, a lo mejor la cobardía, las mentiras (si es que hay alguna) o quién sabe qué cosas en él, están venciendo a mi curiosidad, mi ilusión y sobre todo a mi paciencia.

La imagen es de http://www.empresariosmatarranya.com/images/bolsa_trabajo.jpg