Hoy es sábado y como en casa; me levanto tarde y doy vueltas por la casa... tardo en arreglarme más de lo habitual, que nunca es poco. No tengo resaca, pero podría tenerla; bueno, mejor así porque las comidas familiares siempre son mejores sin resaca.

Salgo a la calle. Estos días siempre hay mucha gente por mi barrio, menos mal que hoy no es domingo. Este chaval siempre está aqui, con el perro; le saludo y me sonríe. Voy en el Metro casi todo el camino pensando que la vida a veces es amable y que si lo fuera siempre, todo sería más fácil; el resto del tiempo que dura el trayecto, me quedo dormida.
Cuando llego a casa, mi madre siente tentaciones de recordarme que llego tarde, pero cuando sonrio y digo: "hola mami", me abraza y sé cuánto me echa de menos.
Estamos las dos en la cocina. Charlamos, como si hiciera meses que no nos vemos y me cuenta lo de Nochevieja: ellos este año no van a salir. Vaya.
Entonces lo oigo de refilón: aeropuerto, desaparecidos, explosión. Otra vez doblan las campanas, otra vez tengo ganas de llorar, otra vez recuerdo a Ro llorando al ver las noticias en aquel tiempo en que las campanas doblaban constantemente.
Porque la vida es amable a veces, pero no siempre...